El Amor de la Reina Isabel II por los Caballos.

Hola a todos, bienvenidos a una nueva entrada en el blog de Cabalgandes, hoy dedicada a un tema bastante interesante: El Amor de la Reina Isabel II por los caballos.

La recientemente fallecida Reina Isabel II de Inglaterra fue una mujer con una entrega total y apasionada a los caballos. La reina en el aniversario de su reinado siempre tenía en cuenta eventos de caballos y en el año de su jubileo no fue la excepción, como lo describimos aquí en esta entrada del blog. Sin embargo, las razones de su afición y sus anécdotas en el lomo de un equino son bastante grandes.

Todo comenzó con pony de raza Shetland que le regaló de su abuelo, el rey Jorge V, despertó el amor de la reina por los caballos a la temprana edad de cuatro años, una pasión que la acompañó durante el resto de su vida. La Reina Isabel II aprendió a montar a caballo desde la infancia, en donde desarrolló sus aficiones y lecciones en las caballerizas del palacio de Buckinham.

En su rol de princesa, en junio de 1947 Isabel dirigió su propia montura junto a su padre, en el desfile tradicional anual Trooping de Colour, una de las más solemnes ocasiones donde la monarquía británica sacaba a relucir toda su gala. Esta tradición la mantuvo hasta 1986 en estos desfiles sobre uno de sus equinos.

La Reina Isabel tenía en su finca de Sandringham, al este de Inglaterra, uno de los más prestigiosos establos de todo el país. Allá se criaron muchos purasangres. Mientras que en la Finca de Verano, en Balmoral, mantenía diferentes razas de ponys, como Shetland y desde el 2007, tenía ponys Highland, que es una raza autóctona de Escocia, que está en vía de extinción.

La Reina fue durante años la figura central del certamen ecuestre de Royal Ascot y conquistó algunas de las carreras más prestigiosas con varios caballos Purasangre formados en sus fincas. De hecho, la tradición equina ya tenía profundas raíces en la familia real. La reina Ana en 1711 fundó el circuito de carreras de Ascot, a pocos kilómetros del castillo de Windsor.

La propia reina, quien fue aficionada a las apuestas, solia competir con caballos de su propiedad. Estuvo sin falta presenciando el Royal Ascot hasta este año, cuando por problemas de salud no pudo ir. Y fue tan exitosa su carrera como apostadora que sus ganancias ascendieron a más de 9 millones de dólares en los últimos 30 años. Y sus caballos en general, tuvieron más de 450 victorias en diferentes circuitos.

La Reina Isabel hizo historia también en convertirse en la primera monarca en el trono que logró ganar la Gold Cup de Ascot, la carrera de larga distancia más prestigiosa del Reino Unido con un caballo llamado Estimate. A lo largo de su reinado, sus caballos lograron ganar 4 de la 5 carreras más importantes del país, que fueron las 1000 Guineas, las 2000 Guineas, la Epsom Oaks y la St Leger Stakes. El Derby no lo pudo ganar. De hecho, uno de sus caballos preferidos, Dunfermline, en 1977 logró el Epsom Oaks y la St Leger Stakes, montado por Willie Carson.

Por su afición a los caballos, la reina no alejó su pasión de las cuestiones políticas. En un paseo histórico que mantuvo en 1982 con el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, hablaron de política internacional y de la guerra de las Maldivas. El caballo que la acompañó esa vez fue Burmese, uno de sus caballos preferidos, que perteneció a la Policia montada real de Canadá, que lo tuvo desde 1969. También muchos mandatarios fueron visitates en sus fincas y muchos fueron los obsequios que la reina recibió. El monarca Faysal II de Irak le regaló a la reina un caballo de raza árabe en 1953. Y el último regalo que recibió fue del presidente de Francia, Emanuel Macron, que le regaló un caballo de la Guardia Republicana Francesa en junio, en ocasión de los 70 años en el trono.

Hasta en su último cumpleaños, en abril, la Reina celebró su aniversario con 2 ponys en el castillo de Windsor. Y fue tanto el amor y la pasión que la reina tuvo por el mundo ecuestre que en una ocasión ella llegó a manifestar que "Le gustaría ser un Caballo". Y podría sonar algo raro porque esas palabras no son dignas de alguien de su alcurnia, pero todo se debe a su gran pasión por los caballos.

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